Cultura del cuidado es un movimiento de múltiples facetas que instaura instancias y dispositivos analíticos y productores de subjetividad. Este movimiento apartidario trata de entender desde un enfoque bio-psico-socio-ambiental cómo determinados problemas, que pueden manifestarse como síntomas en una persona o como dificultades en las relaciones, se generan o se mantienen dentro de determinados contextos relacionales y visiones del mundo. 


“Los estados futuros del mundo social no son una consecuencia lineal de la voluntad política, sino que son el resultado de relaciones, conflictos y mediaciones infinitamente complejas”. B. Berardi.



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Todo cambio fundamental de medios de comunicación crea un nuevo régimen. El medio es el dominio.

“El régimen de la información” es una forma de dominio en la que la información y su procesamiento determinan de modo decisivo los procesos sociales, económicos y políticos a través del uso de algoritmos e inteligencia artificial. Ya no se trata del dominio de los medios de producción, sino del acceso a la información, que se utiliza para la vigilancia psicopolitica y para el control y pronostico del comportamiento humano. El régimen de la información está acoplado al capitalismo de la información, que hoy deviene en un capitalismo de vigilancia que degrada a las personas a la condición de “datos” y “ganado consumidor”. La vigilancia tiene lugar a través de los datos.

El sujeto del régimen de la información no es dócil ni obediente. Más bien se cree “libre, auténtico y creativo”. Se produce y se realiza a sí mismo.

A diferencia del régimen biopolítico su interés no reside en el cuerpo, sino, se apodera de la psique mediante la psicopolítica. La tecnología de la información digital hace de la comunicación un medio de vigilancia. Cuantos mas datos generemos, cuanto mas intensamente nos comuniquemos, más eficaz será la vigilancia. El teléfono como instrumento de vigilancia y sometimiento explota la libertad y la comunicación. En el régimen de la información, las personas no se sienten vigiladas, sino libres. Paradójicamente es la sensación de libertad la que asegura la dominación.

La dominación se consuma en el momento en que la libertad y la vigilancia se aúnan.

La persona se expone de manera voluntaria sin ningún tipo de coacción externa, mas bien lo hace por una necesidad interior. Se produce a sí misma, se pone en escena y se esfuerza por alcanzar la visibilidad por sí misma, colocándose de manera voluntaria frente al «foco», incluso desea hacerlo: transparencia e información son sinónimos. No son las personas las realmente libres, sino la información. La paradoja de la sociedad de la información es que las personas están atrapadas en la información.

La prisión digital es transparente.

La transparencia en sí mismas no es transparente, tiene una parte trasera: “La sala de máquinas de la transparencia es oscura». En el régimen de la información, el dominio se oculta fusionándose por completo con la vida cotidiana. Se esconde detrás de lo agradable de los medios sociales, motores de búsquedas, asistentes de voz y de las apps.

El Smartphone se ha convertido en un eficaz informante que nos somete a una vigilancia constante. La smarthome transforma el hogar en una prisión digital que registra nuestra vida cotidiana. El robot aspirador, cartografía toda la vivienda. La cama inteligente con sus sensores, continúa la monitorización incluso durante el sueño. La vigilancia se introduce en la vida cotidiana en forma de “conveniencia”. La prisión digital es una zona de bienestar inteligente, es por eso que no hay resistencia al régimen imperante.

El capitalismo de la información se apropia de técnicas de poder neoliberales, explotando la libertad en lugar de suprimirla. Controlan nuestra voluntad en el plano inconsciente, en lugar de quebrantarla violentamente. La dominación se presenta como “libertad, comunicación y comunidad”.

El consumo y la identidad se aúnan y la propia identidad deviene en mercancía.

Los influencers también han interiorizados las técnicas de poder neoliberales. Influencers de viajes, belleza o de fitness invocan sin cesar la libertad, la creatividad y la autenticidad. Los anuncios de productos, incluidos con habilidad en su autoescenificación, no se consideran molestos, incluso, son específicamente buscados y codiciados. Al mismo tiempo, los influencers hacen que los productos de consumo parezcan objetos de autorrealización.

La pantalla táctil inteligente hace que todo esté disponible y sea consumible. Se crea la ilusión de la «libertad de la yema de los dedos». Ser libre no significa actuar, sino hacer click, dar like y postear. Así, el dominio apenas encuentra resistencia y no teme a ninguna revolución. Los dedos no son mas que un órgano de elección consumista.

El big data y la inteligencia artificial ponen al régimen de la información en condiciones de influir en nuestro comportamiento por debajo del umbral de la conciencia. El régimen de la información se apodera de esas capas prerreflexivas, instintivas y emotivas del comportamiento que van por delante de las acciones conscientes. Su psicopolítica basada en datos interviene en nuestro comportamiento sin que nos demos cuenta.

La digitalización del mundo somete nuestra percepción, nuestra relación con el mundo y nuestra convivencia a un cambio radical. La digitalización también se ha apoderado de la esfera política y está provocando distorsiones y trastornos masivos en el proceso democrático. La democracia está degenerando en infocracia.


Esta crisis comienza ya en el plano de lo cognitivo ya que la información tiene un intervalo de actualidad muy reducido, por lo tanto, carece de “estabilidad temporal” porque vive del “atractivo de la sorpresa”. Esta inestabilidad temporal, fragmenta la percepción y hace imposible detenerse en la información, dejando al sistema cognitivo en estado de inquietud. La aceleración de la información reprime las prácticas cognitivas que consumen tiempo, como el saber, la experiencia y el conocimiento. 

El tiempo hoy está fragmentado en todos los órdenes y las arquitecturas sustentadoras del tiempo, que estabilizan tanto la vida como la percepción, se están erosionando. El cortoplacismo general de la sociedad de la información no favorece la democracia porque el discurso tiene una temporalidad intrínseca que no es compatible con una comunicación acelerada y fragmentada. El discurso y la racionalidad son prácticas que requieren tiempo. Las decisiones racionales se toman para largo tiempo y vienen precedidas de una reflexión que se remite, más allá del momento, al pasado y al futuro.

La coersión de acelerar la comunicación nos priva de la racionalidad. Bajo la presión del tiempo, recurrimos a la inteligencia que tiene una temporalidad completamente diferente. La acción inteligente se oriente hacia soluciones y “éxitos a corto plazo”. Hoy la racionalidad discursiva también se ve amenazada por la “comunicación afectiva” porque nos dejamos afectar por informaciones que se suceden con rapidez y estos efectos son más veloces que la racionalidad. En una comunicación afectiva, no son los mejores argumentos los que prevalecen, sino la información con mayor potencial de excitación. 

Fake news.

Las fake news concitan más atención que los hechos. Un tuit con una noticia falsa o un fragmento de información descontextualizado puede ser mas efectivo que un argumento bien fundado. En la infocracia lo falso y lo verdadero se igualan y las fake news son mas efectivas que los hechos porque lo que tiene importancia y se valora, no es lo verdadero de los hechos, sino su efecto a corto plazo: La eficacia sustituye a la realidad. La infocracia fomenta la acción instrumental orientada al éxito mientras que las convicciones o los principios estables en el tiempo se sacrifican en aras de los efectos de poder a corto plazo.

Psicometría.

La “psicometría” (o “psicografía”) es un procedimiento basado en datos para obtener un perfil de personalidad, con suficientes datos, es posible generar información más allá de lo que creemos saber de nosotros mismos. El Smartphone es un dispositivo de registro psicométrico que alimentamos con datos día tras día, incluso cada hora. Puede utilizarse para calcular con precisión la personalidad de su usuario: La psicometría es una herramienta del marketing psicopolítico. El llamado “microtargeting” utiliza perfiles psicométricos y a partir de los psicográmas de los votantes, se les hace publicidad personalizada en las redes sociales. De esta manera el comportamiento de los votantes se ve influido en un nivel subconsciente.

Microtargeting.

En el microtargeting, los votantes no están informados del programa político de un partido, sino que se los manipula con publicidad electoral adaptada a su psicograma, y no pocas veces con fake news. Estas prácticas psicométricamente optimizadas suponen una amenaza para la democracia. Cada cual recibe un mensaje diferente. Los ciudadanos dejan de estar sensibilizados para las cuestiones importantes, de relevancia social, quedando enfrentados en una división y polarización social que envenena el clima del discurso. De este modo, socavan un principio fundamental de la democracia: La autoobservación de la sociedad.

Bots.

Los “bots” son cuentas falsas automatizadas en las redes sociales, se hacen pasar por personas reales y publican, tuitean, likean y comparten. Difunden fake news, difamaciones y comentarios cargados de odio. Así es como distorsionan masivamente los debates políticos. Los votantes están expuestos inconscientemente a sus influencias. Si los políticos se orientan por los sentimientos en la red, los bots sociales influyen de forma indirecta en las decisiones políticas. En las campañas electorales entendidas como guerra de información, no son los mejores argumentos los que prevalecen, sino los algoritmos más inteligentes. La infocracia basada en datos socava el proceso democrático, que presupone la autonomía y el libre albedrio. En la infocracia no hay lugar para el discurso.

Byung-Chul Han “Infocracia” (editorial Taurus). Síntesis de los capítulos “Infocracia” y “El régimen de la información”

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