Los medios de comunicación como las industrias culturales socializan los valores del sistema dominante y ahogan el pensamiento crítico, creando un escenario cultural unidimensional, que propicia un pensamiento único y condiciona la conducta del sujeto en la sociedad, bajo la apariencia de una conciencia feliz.
El contenido mismo de la conciencia humana ha sido fetichizado y las necesidades mismas que el hombre inmerso en esta sociedad reconoce, son necesidades ficticias, producidas por la sociedad industrial moderna. En este contexto, se pueden distinguir dos tipos de necesidades: las necesidades reales (las que provienen de la naturaleza misma del hombre) y las necesidades ficticias (aquellas que provienen de la conciencia alienada, y son producidas por la sociedad industrial). La distinción entre ambos tipos de necesidades solo puede ser juzgada por el mismo hombre, siendo que sus necesidades reales solo él las conoce en su fuero más íntimo; sin embargo, como la misma conciencia está alienada, el hombre ya no puede realizar la distinción.
La formación de la consciencia
La instancia fundamental de formación de la conciencia humana está en la niñez, tal como se vive en el interior de la familia. En esta etapa, el hombre que se está formando adquiere sus categorías normativas y todo su marco de referencia para enfrentar el mundo. Lo que la sociedad industrial moderna ha trasmutado es precisamente ese ámbito familiar, en que la sociedad misma alienante se ha introducido a través de los medios de comunicación de masas, reemplazando a la familia, y formando a los hombres con categorías que no salen de él mismo, sino del capitalismo. Las necesidades del hombre, así como sus anhelos, sueños y valores, todo ha sido producido por la sociedad, y de esa manera se ha asimilado cualquier forma de oposición o movimiento antisistémico.
Por último, es importante considerar a toda acción, sistema de acciones, o producto cultural de los hombres, como una coyuntura pasajera que está siempre en transición.

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