La digitalización del mundo somete nuestra percepción, nuestra relación con el mundo y nuestra convivencia a un cambio radical. La digitalización también se ha apoderado de la esfera política y está provocando distorsiones y trastornos masivos en el proceso democrático. La democracia está degenerando en infocracia.
Esta crisis comienza ya en el plano de lo cognitivo ya que la información tiene un intervalo de actualidad muy reducido, por lo tanto, carece de “estabilidad temporal” porque vive del “atractivo de la sorpresa”. Esta inestabilidad temporal, fragmenta la percepción y hace imposible detenerse en la información, dejando al sistema cognitivo en estado de inquietud. La aceleración de la información reprime las prácticas cognitivas que consumen tiempo, como el saber, la experiencia y el conocimiento.
El tiempo hoy está fragmentado en todos los órdenes y las arquitecturas sustentadoras del tiempo, que estabilizan tanto la vida como la percepción, se están erosionando. El cortoplacismo general de la sociedad de la información no favorece la democracia porque el discurso tiene una temporalidad intrínseca que no es compatible con una comunicación acelerada y fragmentada. El discurso y la racionalidad son prácticas que requieren tiempo. Las decisiones racionales se toman para largo tiempo y vienen precedidas de una reflexión que se remite, más allá del momento, al pasado y al futuro.
La coersión de acelerar la comunicación nos priva de la racionalidad. Bajo la presión del tiempo, recurrimos a la inteligencia que tiene una temporalidad completamente diferente. La acción inteligente se oriente hacia soluciones y “éxitos a corto plazo”. Hoy la racionalidad discursiva también se ve amenazada por la “comunicación afectiva” porque nos dejamos afectar por informaciones que se suceden con rapidez y estos efectos son más veloces que la racionalidad. En una comunicación afectiva, no son los mejores argumentos los que prevalecen, sino la información con mayor potencial de excitación.
Fake news.
Las fake news concitan más atención que los hechos. Un tuit con una noticia falsa o un fragmento de información descontextualizado puede ser mas efectivo que un argumento bien fundado. En la infocracia lo falso y lo verdadero se igualan y las fake news son mas efectivas que los hechos porque lo que tiene importancia y se valora, no es lo verdadero de los hechos, sino su efecto a corto plazo: La eficacia sustituye a la realidad. La infocracia fomenta la acción instrumental orientada al éxito mientras que las convicciones o los principios estables en el tiempo se sacrifican en aras de los efectos de poder a corto plazo.
Psicometría.
La “psicometría” (o “psicografía”) es un procedimiento basado en datos para obtener un perfil de personalidad, con suficientes datos, es posible generar información más allá de lo que creemos saber de nosotros mismos. El Smartphone es un dispositivo de registro psicométrico que alimentamos con datos día tras día, incluso cada hora. Puede utilizarse para calcular con precisión la personalidad de su usuario: La psicometría es una herramienta del marketing psicopolítico. El llamado “microtargeting” utiliza perfiles psicométricos y a partir de los psicográmas de los votantes, se les hace publicidad personalizada en las redes sociales. De esta manera el comportamiento de los votantes se ve influido en un nivel subconsciente.
Microtargeting.
En el microtargeting, los votantes no están informados del programa político de un partido, sino que se los manipula con publicidad electoral adaptada a su psicograma, y no pocas veces con fake news. Estas prácticas psicométricamente optimizadas suponen una amenaza para la democracia. Cada cual recibe un mensaje diferente. Los ciudadanos dejan de estar sensibilizados para las cuestiones importantes, de relevancia social, quedando enfrentados en una división y polarización social que envenena el clima del discurso. De este modo, socavan un principio fundamental de la democracia: La autoobservación de la sociedad.
Bots.
Los “bots” son cuentas falsas automatizadas en las redes sociales, se hacen pasar por personas reales y publican, tuitean, likean y comparten. Difunden fake news, difamaciones y comentarios cargados de odio. Así es como distorsionan masivamente los debates políticos. Los votantes están expuestos inconscientemente a sus influencias. Si los políticos se orientan por los sentimientos en la red, los bots sociales influyen de forma indirecta en las decisiones políticas. En las campañas electorales entendidas como guerra de información, no son los mejores argumentos los que prevalecen, sino los algoritmos más inteligentes. La infocracia basada en datos socava el proceso democrático, que presupone la autonomía y el libre albedrio. En la infocracia no hay lugar para el discurso.

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